Allá voy con todo acuestas, creo… Lo que se me olvidé, en lo que no haya caído pues, ya saldrá y ya se hará. Ahora voy a la parte que me importa que hay tanto que hacer que se deja para la última. A prepararme para poder volar. Necesito darle las revueltas necesarias al texto, para liarme y reliarme con él y sus colores. Y levantarlo, y cuidarlo. E intentar redondear lo escrito lo pensado y lo soñado. Cada momento tiene su valor, cada instante sustenta el siguiente y cada paso está lleno de dudas. Manos a la obra para buscar la manera de encajar con las músicas, que sean parte del todo, no un añadido. Son parte importante. Y que las coreografías se hagan con ellas y con el todo del espectáculo. Que todo forme parte del todo. Y sumen. Buscar los nexos entre las partes y la guía y que el vínculo sea bonito y redondo. La palabra bonito me ronda. Me pienso como público y busco lo que me gustaría ver y recibir.
Me gusta que sea pequeño, sin pretensión pero con mucha energía. La energía de querer llegar sin la intención de cambiar el mundo pero queriendo poner un granito «bonito» de arena dentro de lo que quiere contar y transmitir Colores.
La sensación mágica de construir y modelar, de ir dando forma a lo que va naciendo, de sentirme grande por ello y pequeña por los miedos. Es todo maravillosamente contradictorio. Esto, y más, es lo que me invade ahora al afrontar los meses de ensayos que tengo por delante. Ah! Y la suerte de dirigirme a una fecha donde empezar a volar 17 de febrero de 2018. ¡Allá voy!